Además de regrabar con el sexagenario Robert Wyatt algunas de las piezas de su último álbum, Made In The Dark, Hot Chip ha protagonizado uno de los episodios más singulares del año recién cerrado al registrar una versión -entre la parodia y el homenaje, contrarréplica y negativo de una cita desafiante- de Cape Cod Kwassa Kwassa, de Vampire Weekend. ¿El chiste? La participación como artista invitado de Peter Gabriel, a quien la banda neoyorquina hacía referencia en el estribillo de la canción, una pieza ambientada en aquel Graceland surafricano de Paul Simon y que ilustra por sí sola la última llamada de la selva recibida y filtrada en la centralita del pop anglosajón. Comunicando.
En paralelo a la construcción de su particular «Upper West Side Soweto» en la Gran Manzana, donde Vampire Weekend actualizó el legado de formaciones como los Talking Heads de David Byrne, que prorrogó desde su propio sello su viaje alrededor del Tercer Mundo musical, sin apenas escalas en África, o Peter Gabriel, impulsor de Real World y Womad, el pop del continente negro ha vuelto a abandonar el gueto de la música étnica, pero después de pagar el tradicional y obligado peaje de su fulminante colonización, término que equivale a fusión cultural en los diccionarios de la corrección.
Exóticos rituales. Los exóticos rituales de los Kasai Allstars se han civilizado hasta convertirse en congotronics; a Fela Kuti le acaba de salir otro hijo póstumo y cantante, Seun; Wasis Diop regresa con Judu Bék para documentar la dependencia de la canción africana de los patrones blancos, y el sudanés Emmanuel Jal cuenta en WARchild su brutal experiencia como niño-soldado y refugiado, pero metido a rapero y ataviado con la sudadera de reglamento de un estilo tan urbano como exportable. El mestizaje, otro socorrido término para definir y quitarle hierro a estos traumáticos y forzados procesos de adaptación, tiene desde hace décadas bien definidos los papeles -dominante y recesivo- de esta función.
A lo largo del año pasado, sin embargo, dos álbumes han acaparado la atención de quienes de forma virtual se empadronaron en el Upper West Side Soweto regido por Vampire Weekend, ese barrio, presuntamente neoyorquino, cuya sintonía e himno casi oficial resulta de la mezcla, muy rebajada, de bases y ritmos africanos con melodías pop. La publicación en el último trimestre de Welcome To Mali, de Amadou & Mariam, y The Very Best, título que también sirve de seudónimo a la pareja formada por Esau Mwamwaya y el británico Radioclit, demuestran que el exotismo sigue sin pasar de ser una tela estampada, fantasía tercermundista, colores poco vistos, con la que confeccionar prêt-à-porter y otras cosas que luego pasan de moda.
De la mano, muy larga, de Damon Albarn, productor de Sabali, la mejor canción de todo el disco, con mucha diferencia sobre el resto, Amadou & Mariam patronean su propia merienda de negros, en la que participan celebridades de todo tipo, condición y procedencia, de Toumani Diabate a Keziah Jones. Sin embargo, es tanta la distancia que va de Sabali a las piezas más puras de este muestrario de tonalidades africanas y afroamericanas que el continente entero palidece ante la intromisión y el arrastre de un Albarn que barre para casa y para los últimos Blur. Algo parecido sucede con The Very Best, ese dúo cuyo aplaudido «mixtape» de debut decidió regalar desde Myspace para confirmar que el sueño africano de un inmigrante de Malawi también es capaz de producir monstruos semielectrónicos mientras rebobina en Londres las secuencias de acción de El rey león.
Proceso de remezclas. El pasajero resurgimiento de las manifestaciones étnicas durante el pasado año no es sino el enésimo episodio de un proceso de remezclas que, tradicionalmente ligado al tiempo -de arriba a abajo, hasta llegar a los años sesenta- se ha desplazado por coordenadas espaciales para integrar sonidos del folclore global. El pop, y esto no es nuevo, mastica y devora todo lo que pilla por delante, pero no sería justo ignorar la responsabilidad de quienes se dejan morder por la máquina de las canciones de consumo occidental tras asimilar aromas y sabores tolerables para el paladar extranjero.
The Very Best, cuya remezcla de Cape Cod Kwassa Kwassa se vende en iTunes desde hace meses, cierra el círculo de un proceso de falsificación, realimentación y sacrificio, muy civilizado, que desde hace décadas lleva a África a cantarle a Occidente y, a la inversa, coincidencia de una temporada de idas y venidas, a una pandilla de estudiantes neoyorquinos a redescubrir elementos étnicos con los que personalizar su barrio. A otros, la mayoría, les da por las antigüedades.